domingo, 25 de noviembre de 2007


¿QUÉ SERÁ DE TI?

Por Andrea Cortés Saavedra

No ha sido olvidado. Hace 55 años sus pasos se perdieron por algún lugar no explorado. El camino hacia algún destino no compartido ya comenzó hace tiempo y con ello el anhelo de volverlo a ver y saber cuales han sido sus detenciones.

Marcelo Riveros, desapareció cuando tenía 28 años y finalizaba el estudio de medicina. No se sabe de él hace ya 55 años, ni un rastro ha quedado. Sin embargo, resulta inquietante descubrir que existe ya una resignación, que la causa se da por perdida.

María Carrasco es una anciana de 80 que comparte una historia con aquel hombre. A los 11 años debió salir de Chillán, luego del terremoto (1939) para emprender nuevas sendas. Así llegó a Santiago con el fin de estudiar, gracias al apoyo que le daría una benevolente familia. Pero las cosas no fueron como se habían planeado y María tuvo que trabajar en la casa donde la alojaban y postergar estudios que nunca terminó .

Así permaneció en esa vivienda por varios años y mantuvo una secreta relación de pareja con el hijo de su patrona: Marcelo Riveros. Lo acompañó desde la distancia en sus sacrificados estudios y nadie supo que mantenían un vinculo especial. La relación se mantuvo en las sombras debido a la inclemente percepción de la familia ante cualquier relación de dos personas separadas socialmente y menos aun permitirían que al futuro médico le interesase la “nana huasa” de la casa.

Así, María un día decidió cambiar su vida y marcharse, agradecida de lo contribuido por la familia y dejando atrás esa historia de amor que nunca hubiese sido aceptada. Se casó con otro hombre y formó una familia. Pero el recuerdo permanecía en su mente. No dejaba de evocar esa relación pasada. Fue así como ya con muchos años en el cuerpo y su esposo ya fallecido inició la búsqueda de aquel hombre. Pero cuál fue su sorpresa al enterarse que el joven –ya médico- había desaparecido, no quedaba rastro del él, ni se tenía idea de su destino.

De ahí que la angustia reinó su morada, nadie se explicaba el por qué de tanto sufrimiento, sin embargo María no reveló sus razones, no tenía intención de confesar lo que hubo entre ellos.

Con el conocimiento de su desaparición utilizó muchos medios para encontrarlo. Se acercó nuevamente a la familia de Marcelo -a pesar que en María permanecía el resentimiento debido a lo despectivos que fueron con ella- que no entregaba indicios de su posible paradero. Presentían su muerte, reconocían una ajetreada relación de amor con una enfermera, lo que habría causado celos en un tercero con el consiguiente arrebato y estocada de muerte. También postulaban que hubo un incendio intencionado- dados los mismos argumentos de la teoría anterior- y que Marcelo habría muerto en él.

Con esas vagas señas, María decidió emprender su propia búsqueda, alejándose de la familia del desaparecido y rompiendo los endebles vínculos que había retomado. Fue así que comenzó su propia averiguación. Investigó en variados hospitales (San Juan de Dios, Arriarán, Barros Luco) y no halló vestigio. Se acercó a una tarotista que le dijo que Marcelo estaba vivo, pero inválido luego de un accidente y que permanecía oculto por su propia voluntad. Buscaba, preguntaba, caminaba y fracasaba, repetía el ejercicio una y otra vez pero sin éxito. Hasta que las preocupaciones de su propia vida fueron prioridad y abandonó la búsqueda.

Ya con 80 años, y como ella misma reconoce, con imposibilidad de retomar cualquier indagación, trató de olvidar el asunto. Sin embargo un sueño de golpe la hizo volver a pensar en aquel hombre perdido. En él, ella veía a Marcelo que le tomaba la mano y la llevaba al patio 5 del Cementerio General, diciéndole que se encontraba enterrado allí. En su momento dio importancia al hito, pero ya con el paso de los días le bajó el perfil y prefirió tomarlo como una ensoñación que alteró su eterna lucidez.

Ahora, sin olvidar a Marcelo, permanece vinculada sólo a su familia, otorgando absoluta prioridad a su propio hogar. Pero de vez en cuando piensa cómo hubiese sido todo si el muchacho estuviera cerca y todos supieran lo que ocurrió entre ellos.

Por eso no resultaría extraño escuchar estas estrofas de Roberto Carlos y pensar en su historia: Qué será de ti, necesito saber, hoy, de tu vida. Alguien que me cuente sobre tus días, anocheció y necesito saber... Que será de ti, cambiaste sin saber toda mi vida motivo de una paz que ya se olvida...

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