domingo, 25 de noviembre de 2007


Las calles de la Capital:
ENTRE LA CONCENTRACIÓN Y EL COMERCIO

Por Nicole Vergara Domínguez

¿Qué tienen en común las calles de Patronato, San Diego y Diez de Julio? Fue la pregunta que se les hizo a los transeúntes, que con paso acelerado, caminaban por el centro de la capital.

- Mmm que en las tres se venden cosas- responde una joven que toma un helado para capear el calor.
- ¿En común? No sé. En Patronato se vende ropa, en San Diego libros y en Diez de Julio… ¿Qué venden en Diez de Julio? Pregunta intrigada una abuelita de 76 años.
- Que en las tres calles se venden artículos: ropa, libros y repuestos pa’ los autos- dice atinadamente un hombre que mira concentrado como los obreros arman el árbol de navidad en plena Plaza de Armas. ¿No cree que es demasiado pronto? señala desconcertado.

Para nadie es un misterio que la existencia de calles en el Gran Santiago que se especializan en la venta de artículos similares facilita la compra de los consumidores y la producción de los comerciantes. También ayuda a conformar un fenómeno más bien frecuente en nuestra capital: el desarrollo de barrios cada vez más concurridos.



Patronato se viste, literalmente, de lo que la temporada trae consigo: poleritas, faldas pescadores, vestidos, sandalias y cuanto accesorio uno imagine.Las niñas del sector insisten en los “cinturone a la moda, cinturone a la moda”, carteras, aros, anillos, pinches y pañuelos sólo por nombrar algunos. Tantas tiendas con prendas en las vitrinas o en la calzada hacen que los compradores se concentren en las estrechas calles del sector.

En un principio sólo Patronato contó con este tipo de comercio, luego Antonia López de Bello, Dardignac y Santa Filomena se ajustaron a la demanda de la vestimenta y proporcionaron sus calles a la industria del vestuario.

Lo mismo ocurre con Diez de Julio (ex Huamachuco) y Brasil en Santiago Centro. En este caso los repuestos para autos se toman el lugar: neumáticos, llantas, venta de espejos retrovisores, gomas para el piso y uno que otro arreglo al vehículo es lo que se ofrece.

Pero esta centralización de servicios no es la única. En Santiago es posible observar más avenidas que concentran establecimientos con los mismos productos.



Rosas (entre Estado y Morande), por ejemplo, exhibe múltiples artículos de costurería y manualidades: cintas, blondas, botones, hilos y cierres de todas las tonalidades. Además de distintos tipos de tijeras, cartulinas, objetos de mimbre, mostacillas y broches.



Ir en la mañana a algunas de las galerías del lugar puede resultar sencillamente agotador: las tiendas saturadas de gente, en su mayoría mujeres, comprueban lo conveniente que es tener un local al lado del otro. “Aunque siempre está lleno, es bueno que estén todas las tiendas juntitas. Si en una no encuentro lo que necesito, no tengo que ir pa’ otra parte…” dice Carolina.

El pasaje Bombero Salas Tenderini, entre la Alameda y calle Moneda, también ofrece repuestos y reparaciones. ¿De qué? Jugueras, aspiradoras, cocinas, lavadoras, estufas y otros cuantos electrodomésticos indispensables para el hogar. También se puede encontrar la “Casa de la Olla”, local destinado a todos los tipos y tamaños de vasijas.

La avenida Independencia y la calle Bandera también se caracterizan por conformar esta especie de barrios concentrados. Telas y más telas es lo que se vende en las primeras cuadras desde Mapocho hacia el norte. Mientras que en los locales de Bandera se puede encontrar, con una dosis de paciencia, lo más barato y variado de ropa usada: “2 x 1000” y el típico “gran remate gran” son algunos de los cartelitos que se ven desde la calzada norte.

Pero ¿Qué ocurre con esta concentración de productos? ¿Está limitada sólo al impulso y desarrollo del comercio? La respuesta parece simple. Y es que la congregación de personas entorno a la compra y venta de artículos no sólo remite a la comercialización, sino también a la utilización del espacio público como lugar de reconocimiento, punto de encuentro y esparcimiento para los santiaguinos. Reconocimiento que se crea en los parámetros que establece la gente en conjunto con los comerciantes, conformando así una relación de identidad con los espacios, lo que permite la obtención de sus respectivos nombres: "el barrio de..." o "la calle de...".


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