lunes, 26 de noviembre de 2007

El desalojo dominical del comercio ambulante en el Parque Forestal:


DESFORESTANDO ENCUENTROS
Por Francisca Palma Arriagada

Lugares de encuentro hay muchos, unos más simpáticos y concurridos que otros. A pesar de las diferencias, el denominador común de estos recovecos dispuestos en la ciudad es la libertad: función y desprendimiento del carácter público. Lamentablemente en el Parque Forestal ubicado en la comuna de Santiago, algo perturba ese movimiento.

Cada domingo el centro de Santiago tiene ese vacío esplendor producido por la ausencia del ajetreo se
manal, la disminución de personas y el silencio por la baja frecuencia del transporte. ¿A dónde se fue toda esa gente? Algunos de los que decidieron volver a Santiago Centro no lo hicieron a los paseos monotonizados, encontraron otro lugar: el Parque Forestal.
Familias completas, parejas, solitarios, paseantes de perros, músicos, acróbatas y payasos confluyen clásicamente en este espacio dominguero. Una de las características reconocibles, además de la circulación de personas, es el comercio que se instala en las faldas de magno Museo de Bellas Artes. Con trapo en mano y producto en oferta, muchas personas se instalan a vender cachureos, ropa usada, zapatillas, música y enseres múltiples. No se podría decir que es un gran persa, no tiene su escala, pero es realmente notable la convocatoria que tiene.
Jóvenes, ancianos y niños son parte de estos momentos que los convierten en feriantes. A pesar de que haya algunos comerciantes discontinuos, esos que vienen por necesidad y exceso de tiempo, hay otros que constantemente están acá cada domingo. Artesanos y vendedores de algo en específico son reconocibles al venir más de una vez.
Aunque no ocurra todos los domingos, en oportunidades Carabineros está rodeando la zona y cuando les parece actúan. "No puedes vender acá, retire sus cosas o se las vamos a quitar" es la frase con que el hombre de verde se acerca pasivamente dando una advertencia. En grupos ellos recorren el parque sin la intención de pasear: quieren despejar el lugar, sacar a los vendedores.
El Parque Forestal es parte de la administración del Municipio de Santiago, por eso en eventos específicos un grupo de guardias particulares de la comuna son enviados a la zona. Al preguntarles porqué las personas eran retiradas, respondieron que "No tienen permisos municipales ni como comprobar que están pagando IVA". Esta respuesta coincide con la de la 1º Comisaría de Carabineros que está por cuadrante trabajando en ese sector: "el comercio ambulante debe ser retirado, está dentro de la ley"
Ambas entidades encargadas de la seguridad trabajan independientemente, la primera lo hace por ordenanza municipal y la segunda por labor propia. De todas formas coinciden en la manera de plantear el tema. "Las personas deben ser sacadas pero cuando hay prioridades como eventos, no se hace", afirman los guardias municipales, mientras que el cabo 2º Abel Insulza de esta comisaría reconoce que "depende de la situación, eso lo ve el encargado de servicio". En definitiva el desalojo de personas en el parque está condicionado: puede pasar como puede que los Carabineros circulen sin interrumpir este tipo de eventos. Lo que si, siempre habrá algún tipo de vigilancia.
La Municipalidad de Santiago y su Corporación de Desarrollo entiende la situación de otra manera. Son sacados porque "no tienen permisos". Lo que está pasando acá es considerado por el municipio desde el punto de vista económico; de los ingresos importantes que son perdidos al no ser cancelados los permisos pertinentes. Directamente y sin tapujos la Secretaria de la entidad, Karin Rietzch afirma que "el alcalde no quiere comercio ambulante". Si la situación pasa por una voluntad personal y no por el consenso de las personas que habitan la comuna, la situación se vuelve arbitraria.
Otro antecedente es importante es la política de "no al comercio ambulante" del municipio, que nade como consecuencia de la delincuencia que tipo de acciones acarrea. Es evidente que muchos de estos comerciantes estaban dedicados al pirateo de libros y de material audiovisual y musical, por eso además esta Municipalidad lanzó una campaña en el centro, en donde convergían este tipo de ambulantes. La idea es ir aumentando el cuadrante de este plan, es decir, que las actuales medidas que están siendo implementadas en el Paseo Ahumada y la calle Estado, con la consigna "Comprando en el comercio ambulante ilegal te arriesgas a ser sancionado", se vayan expandiendo. Aumentar el cuadrante significaría que pronto las medidas de seguridad se plan
teen también espacios como el parque.
A pesar de lo positivo de esta iniciativa, el concepto de ilegal y de ambulante está siendo tergiversado. Los jóvenes que esporádicamente se posan en el Forestal no están vendiendo nada pirateado, sólo no están pagando impuestos por realizar esas transacciones y desafortunadamente en la agenda municipal "no hay ningún proyecto abocado al rol de identificar comerciantes"
Pero no sólo relaciones comerciales son las que se ven afectadas en este afán de sacar a las personas, los encuentros sociales y culturales que surgen a partir de esta feria de las pulgas están siendo limitados. Al ser consultados en la Municipalidad acerca de factores sociológicos y de la tradición que estaban siendo pasadas a llevar, la respuesta fue sólo que "se dan otros espacios para eso".
Algunas de las cosas que juegan en contra para defender a este honorable pulguerío, son la presencia del consumo de alcohol y la venta de marihuana. Esto ocurre a vista y paciencia de todos. Y como dice el cabo Insulza, esto ocurre "en un espacio familiar". Esa es una causa por la que reconoce que se mantienen "pasivos pero son los mismos vecinos los que reclaman". Según él la principal causa por la que las personas son llevadas es porque "se han opuesto a la acción de Carabineros, son cosas que se dan en el momento. Si hay dos carabineros no se puede proceder, pero si se logra cumplir, se va a proceder". El ser detenido es sólo una posibilidad. Lo que se hace es llevarlos a la comisaría, comprobar el domicilio del detenido, para luego dejarlo el libertad.
Es evidente que la seguridad ciudadana y los eventos familiares son los que deben primar en la utilización de este tipo de lugares, pero no se puede dejar de considerar que las relaciones espontáneas y las ocupaciones de ciertos espacios tienen causas que deben ser tratadas. Determinar y privar las libertades de los ciudadanos por medidas económicas no es lo más adecuado, más aún si no se ha considerado en ningún momento los factores socioculturales. Por otra parte, tampoco es justificable que las personas se aprovechen de estos lugares y los utilicen como escenario de este tipo de acciones. Ambas partes deben ceder para que este espacio sea bien utilizado y por consiguiente, sea beneficioso para todos. La libertad ciudadana debe ser retribuida para que se genere una reciprocidad.





Artista urbano:

ESCENARIO SOBRE RUEDAS


Por Andrea Cortés Saavedra


Esperando que este ratito de música sea de su agrado, le traiga armonía y distracción en su viaje”. Estas son las palabras que se oyen de un trovador al interior de una micro con una multitud a veces displicente, otras veces atentas y otras con una gran cuota de respeto y emoción.

Carlos Cáceres canta, muestra el arte de la trova y el neofolcklor. Espera que la micro se detenga, muestra su guitarra al conductor, éste asiente con un movimiento de cabeza y Carlos sube; se sitúa en el centro de los viajeros, describe su oficio y comienza a cantar. Muchos lo observan y escuchan detenidamente, otros continúan pendientes de sus lecturas o de la música propia que llevan consigo.

Puede que llame la atención su apariencia, 35 años de vida poco notorios, su aspecto revela una tendencia hippie: jeans claros y cortos; pelo castaño claro y largo – hasta la cintura- tomado con un elástico negro y un morral en el que depositaría las monedas que le darán los oyentes.

Dispuesto en el centro de la micro, con la ventana a sus espaldas, con la guitarra bien afirmada y con un semblante concentrado da paso a su segunda canción. Mucha gente mayor le sigue la letra y canta para sus adentros, así bajito y absorta en un recuerdo antiguo que – quizá- la misma canción evoca.

Carlos finaliza. Entrega el nombre de los temas cantados y de sus respectivos intérpretes. Llega el momento de la aportación voluntaria, es su primer viaje en el día (15:34 horas), ya que hoy ha salido tarde. Su otro trabajo impide que se dedique por completo al canto popular, su labor en el taller de mecánica obliga a que sean menos horas en las micros, ya no cómo en el principio, cuando tenía 18 años y recién había comenzado a subirse a las micros y cantar. Agradece la atención, manifiesta la alegría de entregar “ese ratito de trova y canciones del ayer” y sube el escalón para ir en busca de alguna cooperación. Se despide, espera la parada y se marcha.

Cobijado del sol vespertino en el techo del paradero, cuenta lo recaudado. Entre sus dedos se perciben escasas cuatro monedas de cien pesos. Él lo confirma, ese horario no es de los más fructíferos. Cuenta que en los mejores viajes logra reunir alrededor de los dos mil pesos y que ocurre cerca del anochecer o cuando las micros se encuentran “platiaditas”, es decir, con todos sus asientos ocupados y con otras pocas personas de pie, cosa que nadie se cubra con otros y así accedan a entregar alguna moneda.


212,104,102,106 y 108; son las líneas que recorren Puente Alto, La Florida, Macul, Nuñoa e incluso unas llegan hasta Providencia, encargándose de ser los sitios que forman parte del itinerario laboral de Carlos. Él permanece en ellos no más de diez minutos, cantando dos o tres canciones, dependiendo
de la duración de cada una.

A lo lejos se divisa un bus verde con blanco. Es hora de continuar la travesía por las avenidas de Santiago. El mismo ejercicio una y otra vez. Muchos rostros observados; una que otra felicitación al cantante por su linda voz y sus gratas canciones; un sorprendente saludo de un matrimonio de abuelos que escuchaban el canto dentro del jardín de su casa y que lograron percibir la cantata gracias a la parada del bus; y unos cuantos aplausos de -generalmente- adultos mayores que vibran con algún tema interpretado.

Así se halla en el paradero que hace trasbordo con el Metro en la estación Macul, sitio donde siempre los artistas hacen escala para cambiar de micro. Por eso suele ser lugar para el encuentro entre muchos cantantes con algunos vendedores ambulantes y con algún desempleado que asciende en el transporte para contar la injusticia de su despido y pedir algún aporte monetario.

Es ahí donde se logran percibir esos códigos que mantienen y manejan entre ellos. Conocemos que respetan turnos por orden de llegada en la espera de la siguiente micro. Sabemos, también, que hay momentos en que “hacen la mesa”, o sea se detienen en su ruta y le cantan a las personas que comen en algún restaurante de los sectores de Irarrázabal o Plaza Nuñoa. Y nos percatamos de las conversaciones sobre la “manga” de la micro anterior, es decir, de cuánto se recaudó con los pasajeros.


Así transcurren alrededor de tres horas y en ellas muchos cambios de líneas – 16 micros- y esperas en los paraderos. Carlos toma su credencial adquirida en marzo para la nueva organización que traería el naciente plan de transportes, la muestra al conductor que se detiene en búsqueda de pasajeros, asciende y detrás de él se cierran las puertas. Se oye un rasgueo de las cuerdas de su guitarra y la letra de Soy un corazón tendido al sol, de Víctor Manuel. Así la micro se marcha y en el aire quedan estas palabras cantadas:
Aunque soy un pobre diablo se despierta el día y echo a andar... invencible de moral, qué difícil es buscar la paz.

domingo, 25 de noviembre de 2007


¿QUÉ SERÁ DE TI?

Por Andrea Cortés Saavedra

No ha sido olvidado. Hace 55 años sus pasos se perdieron por algún lugar no explorado. El camino hacia algún destino no compartido ya comenzó hace tiempo y con ello el anhelo de volverlo a ver y saber cuales han sido sus detenciones.

Marcelo Riveros, desapareció cuando tenía 28 años y finalizaba el estudio de medicina. No se sabe de él hace ya 55 años, ni un rastro ha quedado. Sin embargo, resulta inquietante descubrir que existe ya una resignación, que la causa se da por perdida.

María Carrasco es una anciana de 80 que comparte una historia con aquel hombre. A los 11 años debió salir de Chillán, luego del terremoto (1939) para emprender nuevas sendas. Así llegó a Santiago con el fin de estudiar, gracias al apoyo que le daría una benevolente familia. Pero las cosas no fueron como se habían planeado y María tuvo que trabajar en la casa donde la alojaban y postergar estudios que nunca terminó .

Así permaneció en esa vivienda por varios años y mantuvo una secreta relación de pareja con el hijo de su patrona: Marcelo Riveros. Lo acompañó desde la distancia en sus sacrificados estudios y nadie supo que mantenían un vinculo especial. La relación se mantuvo en las sombras debido a la inclemente percepción de la familia ante cualquier relación de dos personas separadas socialmente y menos aun permitirían que al futuro médico le interesase la “nana huasa” de la casa.

Así, María un día decidió cambiar su vida y marcharse, agradecida de lo contribuido por la familia y dejando atrás esa historia de amor que nunca hubiese sido aceptada. Se casó con otro hombre y formó una familia. Pero el recuerdo permanecía en su mente. No dejaba de evocar esa relación pasada. Fue así como ya con muchos años en el cuerpo y su esposo ya fallecido inició la búsqueda de aquel hombre. Pero cuál fue su sorpresa al enterarse que el joven –ya médico- había desaparecido, no quedaba rastro del él, ni se tenía idea de su destino.

De ahí que la angustia reinó su morada, nadie se explicaba el por qué de tanto sufrimiento, sin embargo María no reveló sus razones, no tenía intención de confesar lo que hubo entre ellos.

Con el conocimiento de su desaparición utilizó muchos medios para encontrarlo. Se acercó nuevamente a la familia de Marcelo -a pesar que en María permanecía el resentimiento debido a lo despectivos que fueron con ella- que no entregaba indicios de su posible paradero. Presentían su muerte, reconocían una ajetreada relación de amor con una enfermera, lo que habría causado celos en un tercero con el consiguiente arrebato y estocada de muerte. También postulaban que hubo un incendio intencionado- dados los mismos argumentos de la teoría anterior- y que Marcelo habría muerto en él.

Con esas vagas señas, María decidió emprender su propia búsqueda, alejándose de la familia del desaparecido y rompiendo los endebles vínculos que había retomado. Fue así que comenzó su propia averiguación. Investigó en variados hospitales (San Juan de Dios, Arriarán, Barros Luco) y no halló vestigio. Se acercó a una tarotista que le dijo que Marcelo estaba vivo, pero inválido luego de un accidente y que permanecía oculto por su propia voluntad. Buscaba, preguntaba, caminaba y fracasaba, repetía el ejercicio una y otra vez pero sin éxito. Hasta que las preocupaciones de su propia vida fueron prioridad y abandonó la búsqueda.

Ya con 80 años, y como ella misma reconoce, con imposibilidad de retomar cualquier indagación, trató de olvidar el asunto. Sin embargo un sueño de golpe la hizo volver a pensar en aquel hombre perdido. En él, ella veía a Marcelo que le tomaba la mano y la llevaba al patio 5 del Cementerio General, diciéndole que se encontraba enterrado allí. En su momento dio importancia al hito, pero ya con el paso de los días le bajó el perfil y prefirió tomarlo como una ensoñación que alteró su eterna lucidez.

Ahora, sin olvidar a Marcelo, permanece vinculada sólo a su familia, otorgando absoluta prioridad a su propio hogar. Pero de vez en cuando piensa cómo hubiese sido todo si el muchacho estuviera cerca y todos supieran lo que ocurrió entre ellos.

Por eso no resultaría extraño escuchar estas estrofas de Roberto Carlos y pensar en su historia: Qué será de ti, necesito saber, hoy, de tu vida. Alguien que me cuente sobre tus días, anocheció y necesito saber... Que será de ti, cambiaste sin saber toda mi vida motivo de una paz que ya se olvida...


Las calles de la Capital:
ENTRE LA CONCENTRACIÓN Y EL COMERCIO

Por Nicole Vergara Domínguez

¿Qué tienen en común las calles de Patronato, San Diego y Diez de Julio? Fue la pregunta que se les hizo a los transeúntes, que con paso acelerado, caminaban por el centro de la capital.

- Mmm que en las tres se venden cosas- responde una joven que toma un helado para capear el calor.
- ¿En común? No sé. En Patronato se vende ropa, en San Diego libros y en Diez de Julio… ¿Qué venden en Diez de Julio? Pregunta intrigada una abuelita de 76 años.
- Que en las tres calles se venden artículos: ropa, libros y repuestos pa’ los autos- dice atinadamente un hombre que mira concentrado como los obreros arman el árbol de navidad en plena Plaza de Armas. ¿No cree que es demasiado pronto? señala desconcertado.

Para nadie es un misterio que la existencia de calles en el Gran Santiago que se especializan en la venta de artículos similares facilita la compra de los consumidores y la producción de los comerciantes. También ayuda a conformar un fenómeno más bien frecuente en nuestra capital: el desarrollo de barrios cada vez más concurridos.



Patronato se viste, literalmente, de lo que la temporada trae consigo: poleritas, faldas pescadores, vestidos, sandalias y cuanto accesorio uno imagine.Las niñas del sector insisten en los “cinturone a la moda, cinturone a la moda”, carteras, aros, anillos, pinches y pañuelos sólo por nombrar algunos. Tantas tiendas con prendas en las vitrinas o en la calzada hacen que los compradores se concentren en las estrechas calles del sector.

En un principio sólo Patronato contó con este tipo de comercio, luego Antonia López de Bello, Dardignac y Santa Filomena se ajustaron a la demanda de la vestimenta y proporcionaron sus calles a la industria del vestuario.

Lo mismo ocurre con Diez de Julio (ex Huamachuco) y Brasil en Santiago Centro. En este caso los repuestos para autos se toman el lugar: neumáticos, llantas, venta de espejos retrovisores, gomas para el piso y uno que otro arreglo al vehículo es lo que se ofrece.

Pero esta centralización de servicios no es la única. En Santiago es posible observar más avenidas que concentran establecimientos con los mismos productos.



Rosas (entre Estado y Morande), por ejemplo, exhibe múltiples artículos de costurería y manualidades: cintas, blondas, botones, hilos y cierres de todas las tonalidades. Además de distintos tipos de tijeras, cartulinas, objetos de mimbre, mostacillas y broches.



Ir en la mañana a algunas de las galerías del lugar puede resultar sencillamente agotador: las tiendas saturadas de gente, en su mayoría mujeres, comprueban lo conveniente que es tener un local al lado del otro. “Aunque siempre está lleno, es bueno que estén todas las tiendas juntitas. Si en una no encuentro lo que necesito, no tengo que ir pa’ otra parte…” dice Carolina.

El pasaje Bombero Salas Tenderini, entre la Alameda y calle Moneda, también ofrece repuestos y reparaciones. ¿De qué? Jugueras, aspiradoras, cocinas, lavadoras, estufas y otros cuantos electrodomésticos indispensables para el hogar. También se puede encontrar la “Casa de la Olla”, local destinado a todos los tipos y tamaños de vasijas.

La avenida Independencia y la calle Bandera también se caracterizan por conformar esta especie de barrios concentrados. Telas y más telas es lo que se vende en las primeras cuadras desde Mapocho hacia el norte. Mientras que en los locales de Bandera se puede encontrar, con una dosis de paciencia, lo más barato y variado de ropa usada: “2 x 1000” y el típico “gran remate gran” son algunos de los cartelitos que se ven desde la calzada norte.

Pero ¿Qué ocurre con esta concentración de productos? ¿Está limitada sólo al impulso y desarrollo del comercio? La respuesta parece simple. Y es que la congregación de personas entorno a la compra y venta de artículos no sólo remite a la comercialización, sino también a la utilización del espacio público como lugar de reconocimiento, punto de encuentro y esparcimiento para los santiaguinos. Reconocimiento que se crea en los parámetros que establece la gente en conjunto con los comerciantes, conformando así una relación de identidad con los espacios, lo que permite la obtención de sus respectivos nombres: "el barrio de..." o "la calle de...".


Link recomendado:



FICHAS PANORÁMICAS


Aquí encontrarán recomendaciones de nuestros entrevistados y podrán conocer sus gustos y un poco más.


Alberto “Gato” Gamboa
Periodista

§ Un lugar de la ciudad para recomendar:
un restorán de comida italiana en Ñuñoa. Un local como decimos los rotos: "la raja". No hay mejor parte.
§ Plato favorito: los tallarines y la carne.
§ Domingo es sinónimo de:
descanso, de pasarlo bien con mi familia. Ya no me gusta el chacoteo en la calle, el carrete.
§ Placer culpable:
hay muchos, mejor guardarlos.
§ Tenido favorita:
yo opino poco porque me las elige mi mujer.
§ Lo que nunca harías:
votar por la derecha, traicionar a un amigo y dejar de ver un buen partido de fútbol.
§ Si yo te digo Santiago: mi cuna. Nací en Santiago, vivo en Santiago. No lo cambiaría por ninguna ciudad de Chile ni del mundo.

***

Augusto Góngora
Periodista

§ Un lugar de la ciudad para recomendar:
los sábados en la mañana el barrio Bellas Artes que está precioso. Hay cafés, internet, librerías, tres o cuatro museos alrededor, casi no pasan autos, se camina. En esta época de primavera es ideal.
§ Plato favorito: puré con huevo frito.
§ Domingo es sinónimo de:
hacer deporte, de fútbol. Y a la hora del crepúsculo estar afuera, en algún lugar que uno sienta como a la ciudad le van cambiando los colores.
§ Placer culpable:
ninguno, los placeres son placeres. Trato de no sentirme culpable con ningún placer.
§ Tenida favorita:
jeans, zapatillas y polera.
§ Lo que nunca harías:
estar en la política.
§ Si yo te digo Santiago:
verde, verde, verde. Santiago tiene una increíble cantidad de verde, hay árboles, plazas.


STENCIL: OTRA FORMA DE EXPRESARSE

Las calles de la ciudad ya no son las mismas, ahora distintas imágenes le imprimen un toque de color y estilo. Aquí las experiencias de dos stencileros, uno a cada lado de la cordillera.
Por Catalina Brunetti Casas-Cordero

STENCIL: técnica de decoración en que una plantilla recortada en una zona es usada para aplicar pintura con la forma de esa zona.
“Primero por la historia que tenía hacer stenciles, como medio de expresión revolucionario, después por una cosa de estética, hacer un stencil tiene su trabajo para que se vea bien”, así responde César Canelo, de 24 años al preguntarle por qué decidió fabricar sus propios diseños de stencil.

Hace cuatro años, este diseñador gráfico residente en Santiago comenzó a interesarse por estas plantillas. Para hacerlas él utiliza mica, radiografías o cartón; las imágenes las arregla en el photoshop, las imprime, las pega al soporte y luego las corta. Después sólo tiene que encontrar el lugar adecuado para mostrar su obra.

Mientras, en Buenos Aires a “RbR”, como él mismo se apoda, de 35 años, también le llamó la atención expresarse mediante plantillas y aerosol. “Es una manera de comunicarse con los demás, pero mediante imágenes. Puedo dejar en una esquina una idea y ésta puede ser leída por cientos de transeúntes en un día. Puedo compartir una imagen que me guste con los demás”.

Existen plantillas con distintos tipos de figuras o frases, algunas son más contestatarias y críticas a la sociedad, las que muchas veces utilizan logos de conocidas marcas, pero con variaciones, las que de forma creativa dan lugar a una reflexión. En el caso de César, él responde “siempre trato de dar un mensaje con mis stenciles, al cual también le agrego algo artístico, siempre ocupo figuras reconocibles por la gente para que lo puedan entender (marcas, personajes)”. Y para RbR “el fin es la expresión. Ya sea artístico/visual o político/social. Creo no estar encasillado en un estilo único, transformo la imagen de la estatua de David y le agrego un mate o pinto el congreso de la nación y le agrego letras zetas evidenciando que los políticos duermen en vez de trabajar. Trato de copiar algún cuadro que admire, o simplemente pinto alguna forma abstracta”.






Pero, al no tener espacios definidos para exhibir sus trabajos ellos mismos deben conseguirlos, “cuando nos juntamos un grupo tratamos de buscar algún lugar amplio y hablar con el encargado y pedirlo, pero cuando voy solo donde pille un lugar visible aplico stencil”, dice César. Y por su parte, RbR cuenta que “Primeramente intento no estropear paredes cuidadas o históricas. Cuando se encuentra un lugar, se lo aprovecha, pero obviamente es mejor pintar (por dar un ejemplo) el stencil del congreso justamente frente al Congreso de la Nación Argentina (como ya hice), que pintarlo en un callejón donde casi nadie lo vea. Otro lugar frecuente para pintar, son los lugares en donde ya hay mas stencils, con esto se crea una especie de comunicación entre los distintos grupos de stencileros”.

Y agrega una anécdota que le ocurrió: “Estaba pintando la pared de un edificio del poder judicial de la nación, apareció la policía y me preguntó que estaba haciendo; “ARTE” le respondí, el policía me dijo que desapareciera. Agarré mis aerosoles y ahí quedó en la pared el stencil a medio terminar”.

Ninguno de los dos cree que el stencil sea una tendencia en aumento, pero para César ahora se nota más. También, “muchos jóvenes descubren la técnica, la utilizan y luego la abandonan”, agrega RbR.

A pesar del trabajo y el tiempo que implica realizar este arte, RbR añade “no se de nadie que pueda “vivir de stencil”, pero se que si uno deja el stencil callejero de lado y lo transporta a un evento, una publicidad, una tienda, etc, deja dinero”. Sin embargo, César espera “llegar a viejo haciendo esto”.




EL LIBRO DEL STENCIL
Mediante un proyecto financiado por el Fondo del Libro, a fin de año
se publicará un libro con la historia del stencil, además de fotografías de stencilistas nacionales e internacionales.

Más info en http://www.santiagostencil.cl/





LA VIDA ENTRE VITRINAS

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Las cada vez más ignoradas galerías comerciales de la capital se levantan como recuerdos que van quedando de un pasado no tan lejano en una ciudad algo amnésica. Los primos pobres del Portal Lyon. El Caracol Ñuñoa Centro, lugar que pasa desapercibido con facilidad, es uno de ellos.

Por Javier Bertossi Urzúa

“La galería es un territorio de apariencias. Los que vienen a comprar pueden creer que somos solamente gente que vende cosas, que cuando cerramos el negocio desaparecemos. Pero nosotros sabemos que somos mucho más que negocios, que detrás de nuestros mostradores tenemos alguna que otra historia que, aunque no sea gran cosa, vale la pena contar”.

Con esta frase comienza El abrazo partido, película argentina del año 2004. Quien la pronuncia es el protagonista, Ariel, un joven cuya vida transcurre entre los locales de una galería comercial. En Santiago, a 1.590 kilómetros del Buenos Aires de la cinta, también se pueden encontrar todavía estos lugares impregnados de una atmósfera tranquila y también de cierta monotonía.


Son las cinco de la tarde de un día de semana. El pavimento de Irarrázaval arde bajo el constante tráfico y el inclemente sol de esta hora. Entrar al Caracol Ñuñoa Centro, ubicado en la esquina con Pedro de Valdivia, es como atravesar un portal hacia otra dimensión. O casi. Gracias a un eficiente sistema de ventilación o a esas casualidades de la vida, afortunadamente adentro no se respira el mismo aire pesado del exterior, y el tan santiaguino ruido de los autos y las micros que transitan por la avenida queda parcialmente neutralizado por la música ambiental estilo big band que sale de algún parlante estratégicamente ubicado. Es un día como todos.

El habitual apuro con que se mueve la gente por la calle también parece haberse esfumado dentro de los dos caracoles que componen la galería. Un puñado de posibles compradores camina por los pasillos, mirando las vitrinas sin entusiasmo, como sabiendo de antemano que no encontrarán en ellas nada interesante. Liquidadoras de juguetes usados, tiendas de chucherías Made in China, libros autoeditados, ropa económica y hasta un par de modestas corredoras de propiedades, entre otras, una al lado de la otra esperan con paciencia oriental la llegada de alguien y de su dinero. Los vendedores matan el tiempo y el aburrimiento de las formas más diversas: hay quienes conversan, otros hablan por teléfono, algunos juegan PlayStation, e incluso no falta el que duerme muy plácido una siesta.

Para no pocos es un misterio el cómo aún logran sobrevivir estas tiendas, considerando la relativamente baja afluencia de público a las galerías en general y sobre todo luego del surgimiento y consolidación de los malls a partir de la década pasada. La respuesta podría ser más fácil de encontrar de lo que parece: se trata de establecimientos comerciales que cuentan con una clientela estable compuesta por caras conocidas –las múltiples peluquerías existentes en la galería, el mejor ejemplo- y de negocios especializados que trabajan con artículos bastante específicos, como es el caso de la tienda de los scouts o de los dos locales que venden equipamiento para hockey en patines.

Aunque aún queda casi un mes y medio para Navidad, la galería ya cuenta con la tradicional decoración de estas fechas: ramas de pino plásticas y lazos rojos dispuestos en las barandas. Una versión de Nel blu dipinto di blu, clásica canción italiana de los años cincuenta, interpretada por una orquesta de jazz resuena en toda la galería, como la banda sonora de una película de incierto final. La tarde soporífera. El sudor pegado al cuerpo. Una joven se aburre tras un mostrador. Una vendedora entra y sale de la tienda vecina riéndose a carcajadas. Un atribulado padre llama por teléfono para saber qué era lo que le habían encargado: ¿pantalón de buzo o buzo completo?

La vida, aunque parezca estar en pausa, continúa.

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->PELÍCULARECOMENDADA
El abrazo partido. Argentina/España/Francia/Italia, 2004. Director: Daniel Burman. Con Daniel Hendler, Adriana Aizenberg y Jorge D’Elia.

->LUGARRECOMENDADO
Caracol Ñuñoa Centro. Av. Pedro de Valdivia 3462, esquina Av. Irarrázaval. Ñuñoa.

¡ !

Plaza de Almas

En sus inicios se llamó Plaza Mayor como en España, pero a seis meses de su fundación un violento ataque indígena cambió para siempre su nombre y su carácter…



P l a z a de A l m a s
Por Nicolás Rojas I.

Algunos rayos de luz acarician tímidamente a las personas que ocupan los asientos de la remodelada plaza. Jóvenes, cesantes, ancianos, peruanos, señoras con bolsas que se han detenido a descansar antes de seguir el vitrineo. Frente a la catedral se alza un enorme árbol de pascua, aún lo están instalando, pero ya se pueden ver las pelotitas rojas con Coca-Cola como único texto. Un pino nevado en verano, en el centro de la depresión intermedia. Un pino sintético auspiciado por la poderosa trasnacional de bebidas. Suenan un par de bocinazos, es casi mediodía y un furgón de Carabineros permanece estático frente al correo. Los uniformados analizan cuidadosamente el entorno. Los casi folclóricos lanzas están dispuestos a actuar preferentemente ante los descuidados turistas “gringos” que fotografían con precisión y asombro la realidad tercermundista: Galerías llenas de oscuros cafés con piernas -y algo más- , pintores instalados en la calle, peruanos asilados en la misma cuadra donde vivió el conservador Diego Portales, obesos humoristas ex drogadictos, hombres mutilados semi desnudos pidiendo limosna afuera de la catedral. De un instante a otro las miradas se orientan hacia las torres del principal templo capitalino, las campanas entonan la canción de la alegría, ¿será un casete o habrá alguien tocando las campanas?

De seguro hacia 1541 no habría canción de la alegría por varios motivos. El primero de ellos es que la composición se ubica un par de siglos más tarde, y el otro es que cuando Pedro de Valdivia y sus secuaces llegaron a este lugar no existía nada que se asemejara a la realidad hispana. Una de las primeras órdenes del conquistador fue levantar el árbol de la justicia (donde se amarraba a los delincuentes, indígenas y negros condenados a penas de azotes).

Y es que la “nueva Plaza de Armas” ha sido sujeto de diversas críticas. El estilo de plaza provincial quedó en el pasado, ahora el kilómetro cero de la capital cuenta con una explanada que une el paseo Ahumada con Puente. El nombre de este último se debe a su cercanía con el antiguo Puente de Calicanto (en el que se usaron más de quinientas mil claras de huevo para unir la piedra y el ladrillo).


Siguiendo las campanas es momento de entrar a la catedral, una apoteósica construcción que data de 1830. Serán unas cien personas las que siguen el monótono Ave María. Otras cien recorriendo los rincones del edificio. De todos los santos los chilenos son los que parecen más “buena onda”, Alberto Hurtado sonríe y extiende sus brazos. Detrás de la virgen María – y su aureola hecha de ampolletas de bajo voltaje - un pequeño cartel hecho a mano advierte: “POR SU SEGURIDAD ESTA IGLESIA CATEDRAL CUENTA CON CIRCUITO CERRADO DE TV”. La globalización, al igual que Dios, está en todas partes. En el altar de San Pedro, pasa casi inadvertido un travieso ángel pateando el trasero desnudo de un colega. Otro consejo: “SEA RESPETUOSO, NO ESCRIBA EN LOS ALTARES-PAREDES. HACERLO ES UNA SEÑAL DE PÉSIMA EDUCACIÓN”. Tras el altar principal se esconde un gran pesebre de madera, encerrado en rejas de fierro forjado. Cientos de turistas europeos miran con desinterés al entusiasmado guía turístico. Mal que mal están en el pirateo mismo de sus templos. A un lado de las puertas de acceso hay manos de mármol que, al tocarlas, sueltan un suave chorro agua bendita. Al salir hay un mundo distinto, el popular “turrón” cuenta chistes rodeado de escolares. En los alrededores de la plaza de armas hay aproximadamente 200 arrestos diarios, sin árbol de la justicia.

Historia urbana
La ciudad fue bautizada como Santiago del Nuevo Extremo en recuerdo del apóstol Santiago, patrono de España, y de la región de Extremadura (de donde provenía Pedro de Valdivia).

En los tiempos de la Colonia, en la Plaza de Armas, se realizaban corridas de toros, ejercicios de compañías a caballo, y mercados de vendedores ambulantes que ya preocupaban a las autoridades del Cabildo en 1613.


Plaza de Almas de Santiago

El rostro humano de la plaza, a más de 400 años de su fundación, parece plasmarse de la misma forma que en sus orígenes. Tiene algo de mercado, de imponentes instituciones, de centro urbano, de tintes de arrogancia racialmente mestiza.

Según Óscar Meza, pintor de la plaza hace 22 años, este lugar es “un punto de encuentro, el centro de la ciudad (…) Yo creo que la Plaza de Armas desde los tiempos de la colonia, siempre ha sido lo mismo. Es la misma gente, siempre se comportan igual”.

“No es la Plaza de Armas de antes, aquí se venía a sentar gente Chic, era un lugar ideal para conversar donde no había bulla. Hoy no, hoy está muy popular, la prefiero como antes” cuenta con tranquilidad la señora Elba quien, mientras contempla las palomas, saca a relucir con orgullo sus 80 años de vida.

Cercano a la pileta central está, hace 20 años, Luis Maldonado. Dice que heredó la tradición de su familia, con su cámara de cajón que, aunque el lector cebrino no lo crea, aún funciona: “La plaza es un lugar de trabajo. Aunque el día domingo ya no se puede estar, mucha bulla. Antes tenía más lugares para fotografiar a la gente, ahora no hay nada dónde tomar. Y cada vez es menos lo de los caballos, el caballo ha quedado en el pasado. Si coloco el caballo y coloco al Barney más allá todos los niños se van a tomar una foto donde el Barney, así se va a morir la historia”. Hoy por hoy el negocio de las fotografías vive una crítica situación, y Luis piensa seriamente cambiar de rubro: “Ayer me fui con 3 lucas, estoy lleno de deudas” argumenta con impotencia. Su voz se diluye ante el frenético discurso de una mujer evangélica. Es baja, viste formalmente, su pelo teñido rubio y la Biblia en la mano parecen ser las características más destacables. “Todos los que pasan por ahí (apuntando inquisidoramente al paseo Ahumada) están muertos, porque cuando venga nuestro señor todos los que no crean, morirán”. Llega una pareja de peruanos y Luis acude a fotografiarlos. “Un minuto de suerte”, confiesa contento antes de partir.

Los relojes marcan las 13.00 horas. “Estoy en colación” deben pensar cientos de oficinistas que salen raudos a recorrer los paseos del centro buscando restaurantes baratos de fast-food. "Son como hormiguitas" dice un anciano pintor. La historia es cíclica: los fusiles han desaparecido, los indígenas también. Hoy la lucha es la misma, la subsistencia en el subdesarrollo.

Bibliocebra

SANTIAGO calles viejas de Sady Zañartu (1934, Ed. Nascimento) es un interesante libro que recoge los orígenes de los nombres de las calles de la ciudad. Tras leer estas páginas el lector se encontrará con apasionantes historias que ayudarán a reconstruir nuestro olvidado pasado urbano.

Cebramigos

Luis Maldonado, fotógrafo
Plaza de Armas de Santiago

Fotografía normal
(Entrega durante el día)
$1.000
Fotografía instantánea
$2.000
Fotografía en blanco y negro con máquina cajón (minutera)
$3.000


Señalética en Santiago:
EL FIN DEL BLANCO Y NEGRO

Necesarios y reconocidos son los letreros que observamos al transitar por cualquier punto de la capital. Altura, dirección y sentido es lo que nos muestra los otrora clásicos rectángulos metálicos de fondo negro y tipografía blanca. ¿Qué ocurre con ellos? ¿Por qué comunas como Maipú, Las Condes y Santiago no se ajustan al color de la tradicional señalética?

por Nicole Vergara Domínguez



Caminar por las comunas de la ciudad siempre resulta llamativo. Además de contrastar las diferencias evidentes entre los sectores, la población que transita y el movimiento propio del lugar, se puede observar cómo detalles -que a la larga no son tan detalles- hacen disímil una comuna de la otra.

Las señales que dan cuenta de la calle por la que transitamos dejaron de utilizar, en algunos casos, los tradicionales colores que predominaban en un principio: el negro y el blanco quedaron en el pasado.

Maipú, con el alcalde Roberto Sepúlveda, cambió hace algunos años los letreros que se ubicaban en la comuna para dar paso a señaléticas de tonos azules y amarillos. Santiago, por su parte, exhibió con fondo gris y letra rojiza el nombre de sus calles, mientras que Las Condes optó por incluir en sus avenidas rectángulos color verde musgo y caracteres blanco rutilante .

Pero ¿qué implicancia tiene la modificación de esta señalética? ¿Afecta en algo a conductores y peatones? fue lo que se le preguntó al ingeniero en tránsito Jaime Bravo. “Claro que afecta, sobre todo en la visión de los conductores. Hay que pensar que cuando uno va manejando no tiene tiempo para mirar todas las señales que hay en la calle. Además los colores de los letreros importan muchísimo, la municipalidad no puede llegar y cambiarlos (…) a la larga esas modificaciones podrían ocasionar más de algún accidente”.

Sin embargo la opción de que aumenten estos incidentes no es un impedimento para que la Secretaría Regional Ministerial de Transportes y Telecomunicaciones autorice según la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito (Conaset) la instalación, en casos justificados, de señales nombre y numeración de la calle cuya forma y color difieran de lo especificado en el manual de señalización: señales verticales.

Cuestión de nombres

Pero no sólo distintos colores fue lo que apreciamos en los letreros que permiten ubicarse en la ciudad. Diferencias en la escritura e incluso en los nombres de las calles fueron parte de las singularidades observadas. En la primera cuadra de Avenida Los Leones, en Providencia desde 11 de septiembre hacia el sur, se ve el rectángulo que suprime el “los” y deja sólo al animalito. Av. Leones se aprecia.

Similar es lo que ocurre con la avenida Pajaritos en Maipú. La vía cambia su nombre con el correr de ciertos paraderos: a la ya conocida modificación del nombre por la fallecida dirigenta Gladys Marín se suma la adjunción de caletera (Caletera Pajaritos) y las supresiones de “los” y de la “s” final del término (Av. Pajarito).


Los ejemplos pueden parecer poco relevantes a la hora de sentir un cambio visible en el nombre de la vía. No obstante, es así como se comienza a tergiversar la designación de las calles. Tarea pendiente para las autoridades encargadas del tema y para los fiscalizadores que no desearán que en un tiempo más nos juntemos en Av. El León o en -la siempre mal pensada- Av. El Pajarito.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Entrevista a Augusto Góngora: EL LIBRE MERCADO DE LAS IDEAS

Hoy es el encargado del contenido cultural que transmite TVN. Hace dos décadas dirigió uno de los clandestinos programas de televisión que atacaban a la dictadura. Antes fue un brillante estudiante de Periodismo que ya dictaba la cátedra de Cine, mientras cursaba tercer año. Si el lector busca una biografía de Augusto Góngora, se equivocó de texto.

Por Nicolás Rojas Inostroza

Entrar a TVN es casi una epopeya (sin Guerra del Pacífico). Los controles son rigurosos, “la factoría de mejor TV” no es tan de todos como parece. Una de sus uniformes oficinas es habitada a diario por Augusto Góngora, periodista y encargado del área cultural del canal estatal, quien no se definiría ni como pokemon ni como pelolise: “Ni lo uno ni lo otro. No soporto las categorizaciones porque generalizan mucho y borran los rasgos individuales, no me iría por ninguno. Prefiero que se me vaya descubriendo en el camino”, cuenta tras lanzar la primera carcajada. “Toda la mañana he querido fumarme un cigarrro”, dice. Tras satisfacer su necesidad matutina, entra por un atajo a su lugar de trabajo. Es un hombre de estatura media, con profundos ojos azules. Habla lento, pero seguro de cada palabra, sentado estáticamente en su silla azul. La oficina es amplia, pero carece de elementos identitarios (léase “foto del regalón” por ejemplo). Sobre su moderno escritorio de maderas claras hay una pantalla de computador, una revista que trae en portada la entrevista a Cristina Fernández de Kirchner, tres vasos llenos de agua mineral, dos tazas con café, un azucarero, un cuaderno abierto con un lápiz Bic negro sin tapa, papeles arrumbados, carpetas, y un lejano VHS. Al parecer el orden no es su fuerte.

Augusto Góngora dirigió, junto a Fernando Paulsen, el clandestino programa Teleanálisis entre 1984 y 1989. Este espacio se repartía a aproximadamente 350 organizaciones sociales, a modo de suscripción. Eran las “imágenes del país invisible” en un contexto adverso a la libertad de expresión. Al tocar el tema Góngora dice seriamente: “era un material que quería cumplir un bien social y político de lucha contra la dictadura, y nosotros invitábamos a la gente para que lo pirateara. Porque además ese material no estaba hecho para hacer negocios, no estaba hecho para producir utilidades, estaba hecho para que lo viera la mayor cantidad de gente posible. Y, por lo tanto, nosotros pedíamos que lo piratearan. Y lo pirateaban (ríe). Y que lo pirateen ahora también me parece bien”.

El teléfono suena un par de veces. “Ojalá no suene tanto”, dice cálidamente. Volviendo al silencio, la pregunta ¿de qué se hablaría en un Teleanálisis versión 2007? se hace presente: “Tendría que estar mucho en regiones, porque son invisibles miradas desde acá, un programa que debería estar mucho en los sectores populares que sólo aparecen en los medios cuando hubo un crimen, cuando hay un allanamiento buscando narcos. Tendría que estar cerca de los jóvenes, que no están representados hoy en la industria mediática”.

Reconoce que hay una brecha gigantesca entre ricos y pobres. Sobre el rol de la cultura en este contexto cree que: “cumple un rol súper importante, porque la gente que no tiene acceso a la cultura de alguna manera está siendo discriminada. Lo pongo al mismo nivel que discriminada en relación a la salud, a la vivienda, a la educación. La cultura es como parte integral de la vida de las personas y, por lo tanto, cuando no hay acceso yo creo que hay niveles de discriminación”.

- ¿Qué te pasa con la piratería?, ¿es perversa o es la democratización de los bienes culturales?

(Piensa) Es compleja. Yo partiría diciendo que me parece mal la piratería. Ahora, uno podría decir “es que los libros son tan caros que como que se legitima el libro cuneta”. Puedo entender eso, porque efectivamente los libros son muy caros, algo similar se puede decir con los dvd´s, etcétera. Pero yo creo que no es buena la piratería desde el punto de vista de que viola los derechos de propiedad intelectual, que están establecidos en la ley, que son derechos como otros y yo encuentro que las leyes hay que cumplirlas y sino, hay que cambiarlas. Pero violarlas así no me parece.

Sobre eliminar impuesto al libro (19%) dice que: “Alguna vez yo le planteé el tema a “Urrutia” (se refiere a su pareja Paulina Urrutia, ministra de Cultura), y me dijo ese no es un tema de política cultural, es un tema de política económica. Tendrías que ir a convencer a Velasco”. Es un tema que para él va más allá, no sirven de mucho los libros más baratos si las personas no se motivan por leer desde pequeñas: "Lo importante no es si leyó o no leyó El Quijote, lo importante es ayudarlo a encantarse con la lectura y, si esa persona, ese estudiante, se encanta con la lectura, seguramente algún día va a llegar al Quijote, cuando esté más preparado, cuando esté más maduro, cuando tenga más carrete".


LA TV

“Yo no le tengo ni un asco al rating. A mí me encanta el rating; de lo que sí nos preocupamos mucho es de las armas con que se consigue, si es con vulgaridad, con chabacanería, no me gusta. El punto es cómo lo logras”. La clave del éxito en la encarnizada batalla por las audiencias, parece estar en el punto entre ir escuchando y proponiendo. Sobre el modelo de televisión pública, volvemos al término medio: “Creo que es bueno que uno tenga que dar la competencia en el mercado. Debería haber un sistema mixto. Si el Estado chileno quiere privilegiar ciertos contenidos que ponga las lucas. Los fondos públicos concursables son menos del 1% de la recaudación publicitaria anual. Nada”.

Sobre la televisión digital, dice que la norma es un tema accesorio. Lo importante es centrar la discusión en el tipo de medios y de actores sociales que puedan entrar a la pantalla chica. “Hay mucha gente que le rinde pleitesía al libre mercado, y está bien. Pero no sólo podemos mostrar las mercancías, los productos, tiene que existir un libre mercado de las ideas en los medios”.

“Este país está lleno de vampiros, de noctámbulos, de insomnes, de gente que no se puede quedar dormida, yo no me quejo del horario”, declara satisfecho el conductor de Hora 25, programa cultural que parte nuevamente en enero.

FUERA DE LA OFICINA

Durante la conversación pareciera ser Roberto Carlos. Menciona muchos amigos de diferentes latitudes que se maravillan con los resultados de audiencia que obtuvo La Recta Provincia de Raúl Ruiz (10 puntos en promedio) y con el verde de Santiago: “Santiago tiene una increíble cantidad de verde”, “yo creo que relaja o sea si los árboles fueran rojos estaríamos todos muertos, paranoicos”, dice el periodista que ha sido detenido sólo una vez en un su vida, mientras tocaba la bocina de su auto (Y - va – a – ca - er) en la primera gran protesta anti dictadura. “El señor Góngora ha sido detenido por utilizar el dispositivo sonoro del vehículo con fines subversivos”, decía el singular parte.

- Si tuvieses que deshacerte de todos tus discos, y sólo quedarte con tres. ¿Cuáles serían los elegidos?

- Conservaría El amor después del amor de Fito Páez; conservaría un disco precioso que me regalaron que es de Dulce Pontes, una cantante portuguesa de fado que es un canto particularmente portugués con música de películas de Ennio Morricone. Es imperdible. Ese lo tengo ahí. Y el otro que tengo, que lo escucho bien seguido, es de la película (piensa un par de segundos y vuelve acelerando el ritmo) Azul de la trilogía Rojo, Azul y Blanco. Es de un músico polaco, súper enredado el nombre, no me acuerdo (La memoria cebrina ayuda a nuestro entrevistado: Zbigniew Preisner, Bleu). Una película que está protagonizada por la Juliette Binoche: el marido es músico, se ha muerto, y ella a través de las partituras, sobre todo de las recientemente escritas por ese músico, trata de entender quién era ese hombre; en el último tiempo como que se habían perdido y se habían convertido en unos desconocidos. Entonces ella, revisando partituras, tratando de comprender qué emociones tenía en el alma este hombre un poco antes de morirse. El argumento es precioso y la música es increíble.

Góngora en un improvisado discurso, dice que si mañana despertara convertido en presidente de Chile, sus primeras acciones irían hacia los “Jóvenes, jóvenes, jóvenes… los pescan sólo para las elecciones, hay una generación súper huacha”. Pero es claro, nunca se presentará a cargos políticos “Admiro la política bien hecha, pero es cada vez más escasa”, argumenta serio.

- Si no fueses periodista, ¿a qué dedicarías tu vida?

Sería músico o centro delantero de Colo-Colo, no tengo ninguna duda. Si la reencarnación existe voy a ser músico o centro delantero de Colo-Colo, no quiero otra cosa (ríe).

En un par de décadas no se imagina haciendo cine, ni sentado en el Senado. Le gustaría escribir un guión: “Me interesa cómo está contada una historia, cuál es el motor narrativo, cuál es el tejido invisible. Si yo fuera capaz de escribir un guión bueno, con eso estaría ya como top”.

- Alejandro Jodorowsky te señaló en una entrevista para cine video “…Y está el Jodorowsky de 120 que me dice “triunfaste, ahora hiciste que se acabara la polución. Todo el mundo tiene jardines, todo el mundo hace poemas y es poeta, lograste hacer lo que querías…hiciste que el arte fuera curar a la gente”. ¿Qué te gustaría que te dijera el Góngora de 80 años?

Él llegó en el total de la entrevista a los 400 años. Empezó a subirse por el chorro wooow, wooow, wooow (agita las manos). Creo que partió en los 80 y llegó a los 400. Y yo me quedé quieto, yo decía “no quiero interrumpirlo”, era el momento en el que un periodista se tiene que quedar callado. Porque ahí algo está ocurriendo, haces una pregunta y la cagai (…) ¿Qué me gustaría? que difícil (piensa 15 segundos)… “Haz lo mismo, ¡haz lo mismo!”. Porque uno es una mezcla de un montón de cosas que a uno le nace ser. O sea ni cagando le diría (tono irónicamente erudito) “anda todos los días a la biblioteca, lee más, ve más cine, por que es la principal manera para cagar a alguien, ¿cachai?”. Y yo soy bastante como a ratos disperso, como que tengo hartos intereses diversos, me gusta el cine, me gusta la playa, me gusta el teatro, me gusta estar en un bar hasta tarde conversando, me gusta no hacer nada, me gusta dormir, me gusta el fútbol. Entonces uno es una mezcla de tantas cosas que es tan importante dormir como leerse un súper buen libro. Y uno es la mezcla de todas esas cosas que naturalmente tiene el deseo de hacer. Entonces yo le diría “haz lo mismo, cumple con tus deseos, que nadie te encasille, que nadie te diga que tenís que hacer”. Quizás diría: “se menos racional y juega más con la intuición. Juega más”. De repente tiendo a ser un poquitito irracional. Entonces quizás lo único que me diría es ya po huevón juega un poco más. Juega un poco más (silencio). ¡Tóquela!, ¡tóquela!, ¡no la levante! (ríe a carcajadas).





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INVERNAL SUSURRO URBANO
{por Augusto Góngora}


Una vez ahí bajando por el puente del Arzobispo, había una señora súper pobre que andaba con un perro, era invierno. Tengo la sensación de que la señora andaba pero con una tristeza infinita, andaba deprimida, estaba mal. (Baja el volumen de la voz, susurrando) Hacía frío, lloviznaba, y ella estaba como con una bolsa, que obviamente le debe haber pesado mucho, y con un bastón. Yo dije “está esperando que le den la luz verde al peatón para atravesar”, y le daba la luz y no atravesaba. Yo estaba en un taco, entonces la empecé a ver desde atrás y ella no atravesaba. Pero andaba con un perro, el típico perro vago, quiltro. El perro atravesaba. Pero llegaba al otro lado, miraba, y cachaba que la señora no había atravesado y… la iba a buscar. Me llamó la atención, obviamente andaban los dos juntos, el perro era de la señora. Primero me causó un desgarro tremendo ver esta señora que, de repente se había ido y estaba metida quizás en qué pena, en qué dolor, en qué problema, que se le había olvidado que tenía que atravesar. Y me llamó la atención el perro que era súper buena onda. Porque volvíaa, volvíaa, volvíaaa, y esa escena a mi me dejó, me quedó metido adentro algún dolor tremendo de esa señora, algún desgarro, pero que tenía al perro (sonríe). El perro como entusiasta, siempre como para ir y para volver, como diciendo “¿ah?, ¿en qué estamos?, ¿sigamos adelante?” (ríe). Si el perro hubiera podido hablar le habría dicho “ya, vamos, vamos (mueve los brazos con energía), ya vamos a superar esta coyuntura tremenda”. Eso no lo olvidaré nunca. Impresionante.

¡ !

ODA AL HELADO CASERO

Tú cuerpo en bolsa,
que vales sólo 50,
en tus formatos diversos,
nuestra sed en el barrio llenas.

La vecina con cartel a mano
te ofrece magno producto,
tal como el heladero micreado
a grito pelado lo anuncia,
tú a la mitad de precio,
presentas tu majestuosa esencia.


Todo sube en la economía,
mas tú eres anacrónico,
siempre helado casero
que no vales un precio astronómico.

Yo te invito forastero
a disfrutar la delicia pasajera,
en el encuentro callejero,
en los suburbios que se quiebran.


***


CRÓNICA DE UN RECORRIDO ANUNCIADO


Por: Francisca Palma Arriagada.


Hoy Recorrido

406

14:43 y abordo la micro peladita. Hay asientos disponibles pero con la compañía de algún desconocido. La 406 empieza su recorrido expulsándonos de Cantagallo. Somos 21 personas en un comienzo, veamos cuántos seremos al final del recorrido.
Físicamente esta cabina con ruedas no es oruga, es la de formato corto, pero de las nuevas. Tres puertas y una característica imprescindible para poder escribir: una vibración prudente en el interior, que la hace más reconfortable que las amarillas enchuladas.
Estudiantes, trabajadores y señoras son parte de esto que recién comienza. A mi lado un hombre lee El Mercurio, el chofer recibe instrucciones por radio y dos trabajadores conversan de sus proyecciones para el verano.
Un camino lleno de concesionarias automotrices va escoltando nuestra ruta. Aún no se asoman las señoras cuiquísimas, esas que salen en los comerciales y que cuando las ves en el transporte público te preguntas dónde dejó su super auto propio. En el contexto no hay presencia de perfume alguno, al contrario, huele a gente, lo que no es malo. Por lo menos no huele a multitud de hora peak (usted que anda en micro sabe a lo que me refiero).
Algunos duermen. Tienen la facultad de calcular en cuanto tiempo despertar para no pasar de largo. Mucha gente baja: estamos en "estación terminal Escuela Militar. Se les recuerda a los señores pasajeros que deben descender del tren”, clásico libreto de los funcionarios de Metro que ajenos a nuestra realidad paralela, concluyen un recorrido; mientras nosotros en la superficie recién estamos empezando, nuestro terminal dista a muchos kilómetros de acá. La micro está casi vacía y a mis espaldas un hombre le pide a su compañero que lo deje dormir, que no le "meta más conversa". De todas formas, es él quien sigue la conversación y dice a su colega de asiento que "se raje con una cashantún"
En El Golf el primer heladero que logra subirse es interrogado con un “¿qué vale?”, con esto logra hacer tres ventas. Simultáneamente mi vecino trasero se adormeció y me respira en la nuca. Ojalá que no ronque. Llegamos a Los Leones, la gente no se inmuta y estas estatuas tampoco. No rugen sólo se asolean. En este punto nos encontramos con lo que vienen del sur, los de Puente Alto, La Florida, Macul y Ñuñoa que, arrastrados por otros recorridos, confluyen en este punto haciendo el primer taco del camino.
25 cuerpos en el bus, 29 después que lo abordan un grupo de compañeros de oficina, esos que a leguas son reconocidos como hombres buenos para el happy hour. Se ponen a charlar. No pasan ni dos minutos y le dan el asiento a una mujer, ¿que tierno, no?
Un mal olor de dudosa procedencia llega a mi olfato. No puedo reconocer de dónde viene, ha subido mucha gente de golpe. No entiendo porqué el chofer se ha bajado de la micro. Sólo veo que se acerca a un móvil de seguridad de la Municipalidad de Providencia. En ese mismo momento un indigente se baja y trata de arrancar; el chofer aún no ha vuelto a la máquina. Le tocan la bocina para decirle que ya se fue. No escucha. Se sube y pregunta ¿se fue ya? Lamentablemente ese hombre no fue sacado porque no pagó su pasaje, sino porque su apariencia lo hacía, digamos, diferente.
Llegamos a Plaza Italia, lo sentimos cuando empezamos a inclinarnos a la derecha en la curva. El hombre del caballo, el señor Balmaceda, nos indica que estamos entrando a la Alameda, las de las supuestas delicias que ahora cada domingo se viste de con una careta de "buena".
Seguimos en la ruta, gente común y gente de oficina. La Universidad Católica con su opaco color y el cerro Santa Lucía en donde se puede ver gente atracando nos indican que estamos en el centro. La casa color amarillo pastel con el hombre inclinado en el pórtico vigila atentamente lo que queda para llegar a La Moneda. En ese mismo momento la gente se sopea en los paraderos.
Se sube junto a una mujer obesa, un olor a flores, algo así como agua de colonia. Gracias, eso hace que disminuya el aroma a gente. Acercándose me pide permiso y como puede se sienta a mi lado. Cierra los ojos y empieza su sueño.
De aquí a la Estación Central no hay mucho afuera. Lo importante pasa adentro de la micro. Una pelirroja se besa con alguien frente a nosotros y a mi lado un par de desconocidos conversa. La micro es un lugar de encuentro, de historias mínimas que concluyen con un "permiso, me bajo. Chaito, que le vaya bien".
Frente a la Estación Central, Matuca
na se abre paso. Suben señoras en short y de lentes oscuros, con ese pelo pseudorubio. Primero el Centro Cultural Matucana 100, luego la Biblioteca de Santiago y el Hospital San Juan de Dios, en donde nací. Es raro volver al epicentro. Por lo menos de esta manera se puede, es imposible meterse a la matriz de la madre. Para volver al recorrido y salir de la abstracción, una brisa fresca que proviene de la Quinta Normal, me hace despertar.
"San Pablo con Matucana", tal como dice la cueca Adiós Santiago querido, se antepone a nosotros. Estamos en los barrios de Quinta Normal y se puede ver los años que tienen encima esas casas. A pesar de ello, algunos departamentos invaden el lugar. Hay algunas casas en demolición, serán parte del mismo destino.
Con mucho esfuerzo nuestro transporte logra doblar en una esquina. Considerando que esta es una micro chica, ¿cómo lo hacen esos troncales cuncuneados? ¿Qué hace esa máquina gigante del transporte urbano que con su círculo en el medio, logra hacer el efecto "tagadá" en los pies de los aburridos pasajeros?
Pronto, siendo 37 los pasajeros, se asoman las calles Radal con San Pablo, lugar trascendental en mi vida: cuna de mi padre y escenario del primer encuentro con mi madre. A esta altura del viaje siento que mi corporalidad se hac
e parte del asiento. No tanto por el calor, sino que por la complicidad de llevar una hora de proxémica comprometedora.
San Pablo con Neptuno, primera estación del Metro. Muchos bajan y muchos suben, de los 30 que estábamos, ahora somos el doble. Grandes aros, mechas chasconas y piercings recorren los fierros para afirmarse: es la transición de Lo Prado a Pudahuel. "Todos pagaron su pasaje menos usted", grita el chofer apuntando cerca de mi. Desconcertado un hombre replica "pero si ya pagué en el Metro", recibiendo un "tiene que marcar igual" como respuesta. El griterío hace que mi colega despierte y diga "esta mugre de Transantiago".
Pasando Gabriela Mistral, San Pablo se puebla de departamentos demasiado pequeños. Este murallón formado por los blocks nos escolta. Baja gente en cada esquina, un indicio de que queda poco. Vamos quedando nueve acalorados y veraniegos. Tras dos paraderos siguientes, los demás descargan su masa corporal y quedo sola. "¿A dónde va usted?"-dice el chofer en un tono choro. "No sé"- respondo- ¿a dónde llega? ¿A dónde vas pues? ¿A Vespucio? Bájate acá, es la última parada.
Así, ninguno de mis colegas iniciales llego a la meta conmigo. El olor a perro muerto de este lugar vacío me saluda. Cuando yo me bajo para terminar, otros lo hacen para continuar. ¿Cuánto hay más allá?, ¿Quién vive tan lejos acompañado del sonido de las turbinas de los aviones del aeropuerto? 16:18, todo terminó.

Bonus Track: Vuelvo a mi casa. Encuentro un paradero en medio de esa nada. Dos niños con mala facha en él. Tengo temor que me asalten, nadie podría ayudarme. En fin, me acerco igual. Sólo me miran y luego, a penas vieron una micro, corrieron como chitas chilensis para pegarle un sticker grande de la Teletón. ¡QUÉ PREJUICIOSA SOY!